"Esa engañosa palabra
mañana, mañana, mañana, nos va llevando por días al sepulcro, y la falaz lumbre
del ayer ilumina al necio hasta que cae en la fosa."
Macbeth.
Voy a hablar sobre el tiempo y la vida, topicazos donde los haya, sí. Y lo declaro así porque no voy a revelar ningún secreto trascendental y místico, para qué engañarnos, pero el tiempo es una tema importante para mí, me inquieta y me fascina a partes iguales. Y me hace reflexionar mucho. Muchísimo.
Sólo tenemos una vida, lo
mínimo que podemos hacer es aprovecharla. Sólo se vive una vez. Lo sabemos, lo
oímos hasta que las palabras pierden su intención y son sólo letras. Carpe
diem, vive el momento. Pero ¿qué significado oculto tienen esas palabras?
¿Somos capaces de vivir cada día como si no existiera el mañana? ¿Somos capaces
de aprovechar nuestro tiempo, de exprimir las horas, los minutos, los
segundos?
Nos acecha constantemente el
fantasma del pasado. Nos quedamos encallados en alguna historia melancólica, en un
desengaño o en una gran desilusión. Y nos cuesta recuperarnos, por lo que
sentimos que “malgastamos” el único recurso que tenemos asegurado: el tiempo. También derrochamos otra buena parte de nuestra vida pensando en el futuro, organizando
e imaginando cómo queremos ser y dónde esperamos estar dentro de una semana,
tres meses, diez años.
La vida se basa principalmente
en tiempo, es su ingrediente fundamental. Sin tiempo no existiría la vida. Parece
sensato pensar que lo único de lo que disponemos irremisiblemente es
del día de hoy, el resto del tiempo es una posibilidad pero no una certeza. Ésa
es la auténtica realidad. Es cierto que no podemos controlar nuestra mente, por
lo menos no tanto como quisiéramos, y es inevitable hacer planes cuando estamos
felices y nos sentimos seguros. Tampoco podemos (ni creo que debamos) olvidar nuestro
pasado, ya que es lo que nos hace ser como somos y nos guía hacia cómo queremos
ser y dónde aspiramos llegar.
Pero minimizando estos dos
aspectos inapelables, yo decido que la sencilla frase “el presente es nuestro”
sea real, que cobre un significado más contundente, más palpable. Que no se quede en la metafísica y los libros de autoayuda. Si sólo dispongo de tiempo,
decidir qué hacer con él es mi obligación primordial. Si ni siquiera soy capaz
de hacer eso por mí, ¿qué estoy haciendo aquí? ¿Perder el tiempo?
Viéndolo así, creo que yo misma debo regalarme todo cuanto quepa en mi vida.
Cuando pregunto si somos capaces
de vivir el presente en realidad lo que quiero saber es si soy capaz de vivir
así. Quiero hacer tantas cosas, vivir tantas vidas, que no me llega el tiempo.
Y así nunca estaré satisfecha, siempre querré algo más. Más, más, más. Siempre
querré ganarle la carrera al tiempo. Y es una carrera perdida de antemano, lo
sé. El tiempo no espera a nadie, ni se retrasa ni corre, tan sólo va pasando. Nadie
tiene poder para doblegar el tiempo a sus necesidades. Pero podemos decidir
llenarlo de experiencias, o simplemente dejarlo pasar.